Hay dos formas de adquirir la identidad en un equipo de fútbol: que los jugadores que se abastecen sean suficientemente capaces de aceptar el mensaje de forma rápida evidenciando categoría, o trabajar hasta el cansancio intentando cautivar y dar forma a una idea de juego. Pero, además existe la convivencia de las dos representaciones, si esto se logra, disfrutaremos de jugadores seducidos por una idea que aplicaran al pie de la letra.
Sin
embargo, no es fácil entregar un mensaje que se materialice en identidad. Al
contrario, a veces se desdibuja, el rival te somete impidiendo ser lo que eres
o renuncias a tu esencia porque consideras que el camino más corto para acabar
fundiéndote con la victoria es la traición a tu modo de concebir el horizonte. Puede
venir del técnico basándose en sus experiencias que dejan aprendizajes. O el
maestro se transforma amoldándose a la filosofía de la institución.
“Ganar,
ganar, GANAR y volver a ganar”, pregonaba Luis Aragonés entrenador del Atlético
de Madrid durante 15 años en cuatro periodos distintos, logrando 8 títulos. En
uno de sus ciclos deportivos, tuvo lo que es hoy, su mejor reproducción: Diego
Simeone.
El cholo vive los partidos en una montaña rusa. Es el primero en levantar a la afición, el segundo es el mono Burgos. En los cuartos de final de la Uefa Champions League dio una lección que duró 180 minutos. El partido comenzó sin novedades: Barcelona intentando controlar el partido desde la posesión y el Atlético cubriendo todos los sectores de la cancha. Intensidad y concentración combinadas. Lateral ofensivo, los culés no cortaron el principio que dice que desde un lateral no te pueden disparar al arco. Mal síntoma.
Courtois,
al igual que en la Supercopa de 2013, lanzó un balón largo emparejando a Javi
García contra Alba. Segunda pelota a la espalda de Mascherano, Adrián sin
control remató, pegó en el palo. Tercera pelota, de la misma jugada, Koke abre
para Villa que lanzó un gran centro, Adrián ganó de cabeza sobre Alba para que
el máximo asistidor de la liga de España anotara sin dejar caer el balón.
Abulia de los defensores, atraídos por la energía esferoidal. Gol de Koke.
La actitud no se negocia. Sin su juguete favorito los de Martino parecían desorientados en el terreno de juego: sometidos desde la posición del balón y territorial. Intensidad pura. Controles verticales, robar, correr, meter, chocar, volver a robar. En cinco minutos el Barca no pudo salir del área y los colchoneros seguían corriendo, robando, metiendo, chocando.
El
“cholismo” desdibujó la identidad azulgrana: primer tiro al arco, centro de
Alves desde la derecha, testaso de Messi desviado. Equipo frío. Marca férrea, llegando, a veces a triplicar al portador. Neymar, aun con descaro
sudamericano intentó buscar el duelo uno contra uno, por escasos momentos
triunfó, pero fracasó constantemente. Sobre el costado derecho, en su zona de
confort, picó, tiró un caño efectivo y habilitó a Messi que volvió a fallar.
La
selección de jugadores favorita de Martino no hacía mella en el rival: sin
punteros en cancha el juego se centralizaba cayendo en el embudo colchonero
favoreciendo el choque. Lo atacó mirándolo a los ojos, había que colocarlo de
costado. Escasearon los movimientos sin balón.
“Quiero
a estos jugadores, jamás traicionan nuestra idea”, declaró Simeone. Sin
especular el equipo local realizó un segundo tiempo inteligente. Interpretó los
momentos del partido y a la hora de defender no escatimó capacidad atlética:
recorrió un total de 110.303 metros contra 107.773 del Barcelona. El que más
quemó kilómetros fue Koke con 12,260. Villa 9.149 y Messi 6.853 km. La
identidad se relaciona con las fases del juego, un equipo maduro sabe cuando
tiene que defender.
El
reloj de juego comenzó a influir en las decisiones del entrenador catalán: fuera
Fábregas e Iniesta adentro Alexis y Pedro. Lo intentó empatar con menos
generación y más poder de fuego. "Habíamos hablado de la necesidad de
juntar más delanteros si se daba el caso. Y para ello había que quitar a un
interior. Lo hemos intentado así. Con
el trajín de las últimas semanas lo veía (a Iniesta) un poco agotado",
explicó Martino.
Y
de repente, en 70 minutos de partido, todo el Atlético volvía a correr, a
meter, a chocar. Aire fresco que casi se materializa en gol: Gabi tiró al bulto
de Pinto. Las nuevas energías bajaban desde las gradas inhibiendo los
movimientos de la visita que intentaba sin ideas. "Los jugadores siguen y
siguen, siento admiración por estos jugadores. Más allá de quererlos, los
quiero por cómo se entregan. La línea es del equipo, no mía. Y no la traicionan
jamás. Las grandes batallas las ganaron quienes mejor las plantearon. Ellos no
traicionan nuestra idea, porque hay un afecto y esto es de todos", expresó
Simeone.
El
hincha número uno continúa en la montaña rusa, se sale del área técnica, poco
le importa. Dirige, corre, enarbola los brazos, reclama aliento. Koke, adentro,
ordena, pide disciplina y calma. Godin transpira garra charrúa.
Noche
europea soñada. Cuarta vez que Atlético llega a semifinales, la última vez había
sido en 1974. Además, llevaba 10 partidos sin vencer a Barcelona, cuatro
empates y seis derrotas. “No ganan siempre los buenos, ganan los que luchan”,
añadió.
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