La
guerra de los Balcanes en 1990 destruyó a la antigua Yugoslavia. La división,
no fue sólo, de seis repúblicas, sino además que separó hermanos, amigos
(Petrovic y Divac), matrimonios y un equipo de fútbol que tres años atrás había
deslumbrado en el Mundial Sub 20 en Chile. La política embutió sus manos sucias
sobre el deporte. La primera problemática, y para los especialistas en
conflictos bélicos, la más importante, fue la diferencia étnica entre serbios y
croatas.
Los
diarios locales señalan al seleccionado juvenil de Yugoslavia como uno de los
mejores equipos en pisar suelo chileno. Mirko Jozic era el encargado de embobar
a una generación esplendida: Robert Prosinečki, Zvonimir Boban, Predrag
Mijatović, Davor Šuker, Robert Jarni, entre otros.
Jozic,
único entrenador europeo en ganar la Copa Libertadores, debutó con un triunfo
sobre Chile. Posteriormente despachó a Australia, Congo y Brasil. En la final
se cruzó Alemania Federal, luego de 90 minutos de juego igualaron en uno y sólo
la definición de 11 metros definía el campeón. Boban tiró cruzado con pierna
derecha y desató la alegría multicultural.
“Salimos
de Yugoslavia como pobres y regresamos como ricos, toda la gente nos esperaba”,
dijo el entrenador. En Belgrado hubo un gran recibimiento, incluyendo
políticos. Los periódicos de la época señalaban a la generación dorada como
única y replicaron la alegría.
“En
los campos de fútbol se vivía mucha tensión. Habían muchísimos grupos ultras
proclamando lo que los partidos políticos estaban diciendo por la boca pequeña:
independencia u otro tipo de manifestaciones”, explicó Veljko Paunovic que
además agregó: “Uno de partidos más fuertes fue el de Estrella Roja contra el
Dinamo Zagreb”.
El
13 de mayo de 1990 el fútbol pasó de ser un deporte espectáculo para ser el
fiel reflejo de la tensión belicosa que se vivía en Yugoslavia: Boban golpeó a
un policía yugoslavo que reprimía fuertemente a un hincha del Dinamo, por ese
entonces croata. Los ultras se trenzaban a golpes de puño, los tablones del
estadio volaban en busca del enemigo.
“Boban atacó a un policía porqué ese policía atacaba a un hincha y el
reacciono como patriota”, cuenta Jozic. Esa patada sólo es una visualización
del conflicto.
El
zorro, como apodaban al jugador, fue suspendido por la Federación Yugoslavia y
quedó afuera de los convocados para el mundial de 1990. Sin Boban los hinchas
croatas dejaron de tener al héroe deportivo en la selección y el sentido de
pertenencia, el amor por la camiseta empezó a esfumarse. En Zagreb se jugó un
partido preparatorio para el mundial frente a Holanda y todo el público pitó al
equipo, supuestamente, local.
Uno
de los mejores equipos que pisó territorio chileno no existía más. La escalada
de conflictos dio rienda suelta a que los militares controlaran muchos equipos
de fútbol evitando contrataciones de un croata a un equipo serbio. Sin embargo,
la relación personal se mantenía viva. “Entre nosotros nunca hubo conflicto
como los políticos. Una cosa es el deporte y otra la política”, dijo Jerni. Los
jugadores tenían un código: no hablar de temas políticos públicamente, muchos
de ellos se encontraban jugando fuera de Yugoslavia y cuando no estás en el
lugar de los hechos es fácil equivocarse.
Sin
jugadores croatas en sus líneas la selección de Yugoslavia se trasladó a la
Eurocopa de 1992 en Suecia. Pocos días antes, el equipo fue descalificado
debido a las sanciones impuestas por las Naciones Unidas. Gordan Petric,
campeón en Chile, no pensaba en problemas políticos hasta la desafiliación:
“Comencé a pensar en la política en 1992, cuando Bosnia, Montenegro y Serbia
unidas como Yugoslavia. Vuelan a Suecia para jugar la Eurocopa. Esa fue la
primera vez que me sentí mal y sentí que la política se metió en el fútbol”.
Aquella
suspensión provocó a una generación perderse un momento único. El desarrollo de
los ciclos deportivos hace pensar que Yugoslavia podía competir con los mejores
equipos del continente.
Cuna de campeones
Cuna de campeones
Porcentualmente
en relación territorio geográfico y exportación de jugadores la ex Yugoslavia
era la nación con mejores índices, incluso mejores que los de Uruguay. Mijatović
y Šuker jugaron juntos en el Real Madrid campeón de la UEFA Champions League de
1998, con gol del serbio. Prosinečki se coronó campeón con el club merengue y
con el Barcelona. Boban estuvo 11 años en el Milán y consiguió una orejona y
una Súper Copa. Jarni gritó campione en Juventus. De alguna manera los triunfos
individuales mermaron las heridas de
triunfos colectivos.
En
el año 2000 se enfrentaron para clasificar a la Eurocopa serbios versus
croatas. “Fue un partido de mucha tensión. Me acuerdo del viaje a Zagreb habían
medidas de seguridad, parecíamos terroristas”, apuntó Mijatović. Aquel
enfrentamiento comenzó a lavar las heridas que la guerra había producido. Los
protagonistas aseguran que sin la separación hubieran sido una potencia en el
fútbol.
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