El
25 de noviembre de 1980, será recordado el día que Roberto Duran pierde a manos
de Sugar Ray Leonard el título del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) peso welter,
en New Orleans, Lousiana. El día que Duran no puede más.
Rodeado
por su séquito, Sugar, el retador, hace aparición al cuadrilátero. Con un
récord de: 27 peleas ganadas, 1 derrota y 18 nocauts, quería recuperar el
título que había perdido hace seis meses atrás justamente frente a su rival. El
campeón aparecía con una vestimenta atípica para una pelea: saco blanco con
difuminado negro en el cuello. Llegaba con un registro abrumador: 72 triunfos,
1 caída y 56 nocauts.
Una
catarata de golpes al abdomen dejaba mella en el campeón, que se frustraba al
no encontrar el cuerpo del retador. Entró; combinación de jab, más jab, y
uppercut y salió. Lo humilló. Canchero, lo invitó, a que lo golpeará y lo
esquivó. Mano de piedra Duran sólo pregonaba una mano noqueadora que nunca llegaría.
Noveno round, quedan 30 segundos, se termina la vuelta. No había ningún indicio de lo que iba a ocurrir. Se enroscan. Duran levantó su mano derecha en señal de rendición, de abandono, Sugar no le cree, lo golpea en el vientre. El árbitro intercede, invita a pelear, pero mano de piedra ya no es más mano de piedra. “Después de un clinch, recibe un golpe del lado opuesto. Le digo a pelear, en español, a pelear, me dijo: no más”, contó Octavio Meyrar, referee de la pelea. Y agregó: “Vuelvo a pedir que vuelvan a boxear para asegurarme, y no cometer un error, y Duran dice: no más, no más”.
El “no más” de Pablo Sarmiento
Sergio
Martínez reivindicó el boxeo en Argentina. Lo sacó del ostracismo y lo dejó en
buenas manos (Marcos Maidana y Lucas Mathysse) gracias a sus puños y lengua. En
un primer análisis, Maravilla no llegó en condiciones físicas a la pelea,
principalmente por la lesión de rotura de meniscos que sufrió ante Julio César
Chávez Jr. “Tengo varias lesiones en la rodilla que provocan dolor. Estoy
constantemente con una bolsa de hielo, masajes y cremas. De hecho, el dolor
aparece con sólo caminar, por lo que hace un año que no corro”, reconoció
Martínez el 21 de febrero del 2014.
Al
contrario, Cotto llegaba en buenas condiciones físicas con seis meses de
preparación. Y gracias a Freddie Roach, entrenador de elite, ha mejorado su
actitud y ética de trabajo. Además, la cercanía del puertorriqueño con su
familia: lo fortalece, lo calma, y permite enfocarse y concentrarse en la
pelea. Con el triunfo de la noche del sábado se convierte en ser campeón en
cuatro divisiones distintas (súper ligero, welter, súper welter y mediano),
demostrando versatilidad y elevándolo como uno de los mejores peleadores
nacidos en la isla.
A
Martínez le pegó la inactividad (un año y un mes de su última pelea). Sin poder
conservar la posición bípeda para poder lanzar goles en ataque y escaza
movilidad en el retroceso dejaron al descubierto la situación real del púgil.
Sin embargo, insistió en el combate y con mucho corazón dio pelea a un Cotto
que lo respetó.
Finalmente,
Pablo Sarmiento, entrenador de Martínez, desde la esquina lanzó el grito del no
más: “Él es mi amigo, mi hermano, sabía que sus rodillas no estaban
respondiendo en los últimos asaltos y por eso preferí que salga al ring”. El
púgil más influyente de los últimos 20 años, había abandonado. El golpe
salvador se transformó en una fantasía imposible. “Le voy a decir que se
retire”, finalizó el entrenador.
Maravilla
reposicionó al boxeo argentino. Lo volvió a hacer público, sufrible, atrayente
y, sobre todo, exitoso. Hoy, volvemos a saber, que para triunfar en la
industria hay que pegar y ser bocón.
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