“Si no se sufre, no vale” escribió un amigo por mensaje. Quizá tenga razón, lo cierto es que Chile ganó un partido trascendental para sus aspiraciones. Todos son difíciles, pero el debut contiene condimentos propios: ansiedad, presión y nerviosismo. El triunfo, es más que tres puntos en el bolsillo. Refuerza formas de trabajar y legitima meses de preparación. La esperanza continúa intacta, no se atrevan a manosearla.
El principal problema que evidenció el equipo fue la dicotomía en el juego. Expresó dos versiones: la primera, fastuosa, digna de verse. La segunda, improvisación, diga de putear. Esta división, se debe, principalmente, a la merma física que sufren futbolistas claves para sostener la idea: presionar, recuperar y atacar. La selección suicida.
El primer grito al cielo nace de un pase cruzado para Aránguiz, que de primera la introduce y va a buscar al área. Alexis controló, pero se enredó. El volante del Fluminense la encontró, conducción pegada al pie gambeteando al arquero que se deshizo tapando los espacios. Giró, lanzó el centro esperando que alguna camiseta roja impactara el balón. Cuatro jugadores dentro del área, uno de ellos, Vargas saltó con el defensor y ganó. El rebote le cayó a Alexis: controló, levantó la cabeza y la colocó. Estilo Barcelona. 16 pases antecedieron al gol, ningún equipo hizo tantos toques antes de marcar.
Dos
minutos después Valdivia aumentó y todo era felicidad. Sin embargo, el panorama
se complicó. Chile cayó en un pozo. La intensidad defensiva para presionar y
recuperar rápido la pelota disminuyó. A través de la pasividad defensiva se
comenzó a tapar las líneas de pases. Valdivia, realizó su mejor truco y
desapareció.
El
gol australiano pegó en la cabeza y en corazón. Fue una daga aérea. Marcar es
un asunto colectivo e individual: Bravo, volvió a equivocarse con los pies y el
rival la recuperó. Vargas, no luchó la dividida, se desplomó en el choque. Mena
pasivo, cedió el centro. No hubo aciertos grupales, ni particulares.
Chile debe intentar sostener lo que se realizó en los primeros 30 minutos. Pero las condiciones físicas de los encargados de mantener la forma de juego son deficientes. Vidal por su lesión y Valdivia por su historia futbolista. Porque a los 30 años, y su forma de encarar su carrera, hace algún tiempo le ha pasado la cuenta: su consumo de oxígeno es casi 30 por ciento menor que el de un jugador de alta competencia. Sólo el capricho de Sampaoli lo mantiene en cancha. Cuando se agotan baja la presión, y el desorden y la improvisación toman protagonismo.
El panorama es optimista. Cuantitativamente fue un buen partido: Chile nunca había marcado un gol en los primeros 14 minutos de juego y el viernes anotó dos. Los equipos que anotan el primer gol tienen marca de ocho ganados, tres empatados y cero perdido. Y los equipos que toman ventaja de dos a cero en el mundial tienen registro de 258, 8 y 4. Números, sólo números, pero brutales.
Chile debe intentar sostener lo que se realizó en los primeros 30 minutos. Pero las condiciones físicas de los encargados de mantener la forma de juego son deficientes. Vidal por su lesión y Valdivia por su historia futbolista. Porque a los 30 años, y su forma de encarar su carrera, hace algún tiempo le ha pasado la cuenta: su consumo de oxígeno es casi 30 por ciento menor que el de un jugador de alta competencia. Sólo el capricho de Sampaoli lo mantiene en cancha. Cuando se agotan baja la presión, y el desorden y la improvisación toman protagonismo.
El panorama es optimista. Cuantitativamente fue un buen partido: Chile nunca había marcado un gol en los primeros 14 minutos de juego y el viernes anotó dos. Los equipos que anotan el primer gol tienen marca de ocho ganados, tres empatados y cero perdido. Y los equipos que toman ventaja de dos a cero en el mundial tienen registro de 258, 8 y 4. Números, sólo números, pero brutales.
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