“No era peleador, era buenito, buen compañero. No sé qué le pasó a mi negrito”, contó Lila René Píriz, abuela de Luis Suárez e hincha acérrima de Peñarol de Montevideo: “Siempre que me ve por ahí me pide que me cambie, pero yo nunca voy a cambiar. Aún no sabemos en la familia porque es de Nacional”, agregó al periódico El País de Uruguay. El caso Suárez es materia de Estado en el país oriental: “La FIFA son una manga de viejos de hijos de puta”, dijo el Presidente José Mujica en el acto de recibimiento de la selección charrúa y remató intentando corregir que “podrían haber sancionado, pero no de manera fascista”.
Nueve partidos internacionales y la prohibición de ejercer cualquier actividad vinculada con el fútbol durante cuatro meses, es el castigo que La Comisión Disciplinaria de la FIFA otorgó al futbolista de 27 años por el mordisco que propinó al defensa Chiellini. Castigo arbitrario, juzgó al jugador como futbolista y ciudadano y, de paso, castigó de forma indirecta al Liverpool, mientras no hay compensación alguna para el perjudicado: “Esta todo olvidado, tengo la esperanza que la FIFA reduzca tu suspensión”, aseveró el italiano. El comité está compuesto por 20 destacados miembros, entre ellos, sólo dos sudamericanos (Ecuador-Paraguay). Claudio Sulser, presidente de la comisión es suizo. Luisito –como le dicen en su tierra- es un sicario del gol. Llegó al mundial lesionado. Sin embargo, fue una amenaza para sus rivales: Inglaterra, lo padeció y le anotó dos goles. Italia lo sufrió todo el partido hasta que el faraón Godín decretó el uno a cero final.
Con los europeos eliminados del mundial, los medios comenzaron rápidamente con la construcción política de la persecución, con la intención de exiliar al jugador de la copa del mundo. “Suárez, Drácula golpea de nuevo”, tituló el diario italiano Gazzeta dello Sport. Asimismo, el periódico The Guardian rotuló: “Merece castigo de inmediato”, y lo apodó: “El tiburón”. En conferencia de prensa el capitán de la selección salió en defensa del pistolero y tuvo un tenso cruce con un periodista británico: “Los medios británicos tienen un persecución con Suárez, lo sabe todo el mundo. Allí eso vende diarios. Si no, no estarías tú aquí. Estamos contentos con el triunfo de ayer, creo que tú no estás contento porque se te ve en la cara que no tienen mucha felicidad por el triunfo de Uruguay”, explicó Lugano.
La FIFA no quiere intrusos en su espectáculo, por lo cual, debió recurrir a una medida poco habitual: castigar de oficio. El show mediático provocó que la aplicación de la pena fuera más noticia que la falta, soslayando un aspecto trascendental en la medida. ¿Quién determina que acciones del juego se deben sancionar? ¿Cuáles son los parámetros para castigar? Sin dudas, la sanción no es sólo desproporcionada, sino que es populista dejando conjeturas inconclusas.
Finalmente, el secretario general de FIFA, Jérome Valcke, ha recomendado descaradamente un psicólogo al uruguayo: “Debería tratarse para superar sus problemas disciplinarios”. “No sé por qué tiene esos arranques, cuando lo tiene todo para ser feliz. Quizás el divorcio de los padres y las privaciones que pasaron”, finalizó Lila.
Suárez no, Lavezzi sí. Un mundial no permite desconcentrarse, al contrario, el enfoque debe ser la herramienta psíquica para cosechar éxitos. La acción del uruguayo fue pensada con la intención de cosechar una ventaja deportiva donde, finalmente, no la había. En cambio, Lavezzi qué estaba pensando cuando Sabella le hablaba.
Van 70 minutos de partido. Argentina vence apretadamente a Nigeria por tres a dos. Contexto complicado. En el área técnica Sabella llama a Lavezzi y le dice: “Dile a Ricky, que la suelte más rápido, que acá lo come el ocho”. Le lanzan una caramañola con agua, la agarra con la derecha, y con la izquierda la destapa, mientras el entrenador vuelve a cargar con las indicaciones tácticas: “No se puede quedar tanto tiempo con la pelota”. Lavezzi no escucha, está mirando el horizonte y pensando en jugarle una broma. “Cuando tenga espacio que toque la pelota, pero que no se quede parado”, agrega el entrenador cerrando los ojos para evitar el chorro de agua que acaba de lanzarle su jugador al rostro.
El entorno determina los comportamientos. La acción de Lavezzi no se puede analizar desde el simplismo: “Siempre actúo así”, dicen los que lo defienden. Sin embargo, la situación representa desinterés en la tarea que se está realizando: desconcentrado, enfocado en otra maniobra y, no en la que le indica el entrenador. Sabella, es el entrenador, por lo cual, tiene una jerarquía sobre 23 jugadores. Lavezzi parece no entenderlo.
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