El deporte se sacude por ciclos, como la vida, los años después de lo extraordinario aparecen como continúas copias que unos intentan clonar, como si el fútbol fuera una ciencia. Y otros, sencillamente, aprovechan para aprender, implantar y renovarse. En nueve años, Messi no sólo se modernizó, sino, que rompió todos los récords de los hombres perros.
Escribo
esto mientras pasan por la televisión los 74 goles de la pulga por Liga de
Campeones: lo ha logrado en 91 partidos –por los 142 que jugó Raúl, otrora
goleador del Real Madrid –su víctima favorita es el Milán con ocho goles e
Iniesta su mejor socio con nueve asistencias. El 64 por ciento de aquella cifra
lo logró con su pierna natural, la izquierda. Sin embargo, los tres goles que
hizo frente a la trampa del Apoel chipriota fueron con la pierna derecha,
porque “el poder de Messi no está en la lógica, sino en aquello ilógico e
indescifrable para todos los demás, incluso para sí mismo” escribió Orfeo
Suárez en su libro “palabra de entrenador”.
Marcó
59 de zurda, 11 con la derecha y cuatro de cabeza. 11 de los 74 fueron desde fuera
del área, dos de tiro libre y ocho de penal. Es el máximo anotar en un partido
de Champions con cinco goles (frente al Bayern Leverkusen en la temporada
11-12), selló tres tripletes y 15 dobletes. Hartado de goles gambeteadores,
cambio de canal apretando las teclas del control remoto. Subo dos o tres
canales y freno. Pero, otra vez, se cruza la pulga en mi camino.
Están
pasando sus 253 goles por Liga Española. Parece un déjà vu. Lo engancho desde
el principio: mayo del 2005 –con 17 años –anotó su primer gol después de una
definición infinita tras pase de Ronaldinho. Melena fresca al viento y casaca
número 30. El Real lo sufrió 14 veces.
El primer compacto parecía una copia del segundo. El movimiento que más se repetía eran sus diagonales infernales desde la derecha hacía el centro, hasta que Guardiola lo mandó al centro para convertirlo en un sinónimo de gol. “Soy un delantero centro mentiroso. El entrenador me habló muchas veces de que quería que jugara ahí y lo empezamos hacer. Era ideal dado nuestro juego en Barcelona, porque casi todo se arma desde el centro”, dijo después del 2 a 6 al Real.
El primer compacto parecía una copia del segundo. El movimiento que más se repetía eran sus diagonales infernales desde la derecha hacía el centro, hasta que Guardiola lo mandó al centro para convertirlo en un sinónimo de gol. “Soy un delantero centro mentiroso. El entrenador me habló muchas veces de que quería que jugara ahí y lo empezamos hacer. Era ideal dado nuestro juego en Barcelona, porque casi todo se arma desde el centro”, dijo después del 2 a 6 al Real.
Estaba
en un tipo de paramnesia de reconocimiento, caracterizada por la experiencia de
sentir que había sido testigo o experimentado previamente una situación nueva. El
fútbol es un déjà vu constante. Nietzsche, el pensador alemán, advirtió sobre
aquello del eterno retorno y cumplir años no es más que una constatación de
aquel concepto como reflejo permanente de la vida, es un círculo que se puede
recorrer por muchos y distintos caminos, pero siempre acabas viendo una parte
similar de todos los momentos.
En
2006, posterior al paso del huracán Katrina que azotó a Nueva Orleans se rodó
la película déjà vu protagonizada por Denzel Washington, que interpreta a un
agente que viaja al pasado para impedir un ataque terrorista. Clásica bazofia
gringa donde la categoría pierde su densidad para convertirse en producto de
mercado.
Por
suerte, los récords de Messi también son un déjà vu, próximamente sumará más de
23 tripletes (actualmente tiene 19) por La Liga para superar a Ronaldo, Zarra y
Di Stéfano. La jugada puede diseñarse de diferentes maneras, pero siempre
terminará con el mismo paisaje: la pelota dentro del arco y Messi con el pulgar
en la boca por su hijo o señalando al cielo con ambas manos por su abuela.
Quizás, leíste esta nota o fuiste testigo de una similar. Eso quiero decir que estas en un déjà vu.
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